Calculo que eran las 2 de la mañana, y volvía de una fiesta (sí, aquí suceden cosas que son dignas de estudio, como por ejemplo que se recogen de fiesta cuando nosotros salimos...pero en fin). Había sido un día frío, como los de ahora, en los que si pasamos de los 2ºC es todo un logro, así que andar por la calle se convierte en un deporte de riesgo. Bueno, volviendo de la casa de mi amigo, que por cierto, está donde dios perdió la zapatilla, iba jugueteando con el poco hielo que había en el asfalto, cosa que en ese momento me parecía graciosísima. En ese momento iba con una italiana, Olga, que me decía: "Andrés, para, deja de hacer el tonto", y cosas por el estilo. Y ahí seguía yo, tan feliz, resbalando poquito a poquito, hasta que me resbalé de verdad y, como cuando cortan un arbol de 20 metros de altura, caí a plomo, de espaldas, impotente, sin poder hacer nada, a lo mejor era porque llevaba mi pedazo de cacho de chaquetón Columbia que me compré hace un tiempo, y no tenía capacidad de reacción, pero la cuestión es que me pegué una hostia con toda la espalda que la voy a recordar toda mi vida. Y menos mal que no me di con la cabeza en el suelo! Que todavía me pregunto cómo es que no me di... Es un desafío andar por la calle ahora.
Hasta ahora no sabía cómo se hacía un muñeco de nieve, defecto que es comprensible para alguien que ha crecido en la vega media. Es bastante fácil, y es cómo dice el dicho. Básicamente coges una bola de nieve, y te dedicas a hacerla rodar y rodar y rodar, apretando y dándole forma, y al final se queda una bola de nieve grande y compacta.
Un abrazo hipoglúcidos!